|
Entrevista a Claudio Naranjo |
Primera parte |
Me parece interesante
el planteamiento porque creo que hay círculos a los cuales la terapia
todavía no llega, como una cosa muy interesante. Y debe haber círculos,
me imagino, en los que está un poco desprestigiada. Hablar del camino,
de la transformación, de la elevación de la persona a otra
condición, es algo en lo que uno no puede dejar de interesarse.
Porque se puede decir que nacemos con un anhelo espiritual, con un anhelo
de transformación que alguna gente siente como un llamado a sanar.
Hay personas que sienten como un apretón del dolor. Eso son cosas
que suceden típicamente a los chamanes, que son los primeros maestros
espirituales del mundo. Ellos no son llamados por una voz sublime que
les dice «ven hacia acá que te daré sabiduría».
La vocación chamánica es un no poder aguantarse más
de lo que, visto con nuestros ojos, sería enfermedad. Son enfermos
que se reconocen como tales y por eso pasan a otra condición. Desconfío un
poco de formas de espiritualidad que se plantean como ajenas a la psicoterapia,
porque hay una tentación de decir «a mí me interesa
el espíritu, pero no me interesan esas cosas que le pasaron a uno
de niño, no me interesan las vicisitudes de la vida familiar».
Hay un peligro en la espiritualidad que no toca el dolor, que quiere solamente
lo bueno. En cambio es tal vez menor el peligro para la persona que se
mete en el dolor, porque si se abre la vieja herida y realmente se sana
de eso, se queda en una condición más receptiva a otras
cosas que llegan después, cuando uno ya tiene energía psicológica
liberada para "cosas", digamos, superiores. Es cierto que la terapia,
como todas las cosas, entra en un mundo humano en el que hay gente que
lo hace bien y gente que no lo hace tan bien. Hay personas que tienen
la vocación o la necesidad, o que han atravesado por el proceso
interno que les permite, a través del conocimiento de sí
mismos, entender verdaderamente al otro. La psicoterapia de
hoy pasa por escuelas, pasa por un sistema académico, no pasa lo
suficiente por este proceso interno; como en los mitos en que el héroe
es partido en pedacitos y se lo echa en la olla a cocer antes de que salga
renovado y renacido. Hay gente que no se mete suficientemente como para
entender las cosas desde su vida, sino que aprende técnicas, aprende
teorías. Y una persona que no lo ha hecho como los viejos chamanes,
que no se ha metido personalmente, que no ha partido siendo un buscador,
(añadiendo un interés personal al interés profesional),
no puede ofrecer lo mismo. Y eso es lo que forma las escuelas hoy en día.
Yo creo que hay un público ahí un poco traicionado. Un público
que va al psicólogo, o padres que mandan al niño al psicólogo,
y terminan diciendo «mejor no meterse con esta gente». Julián Peragón (ARJUNA):
Sí, pero tal como dices, están los dos peligros. Porque
las personas que se han puesto dentro del mundo espiritual a enseñar,
los maestros, que no han pasado por el dolor o no han pasado por ese proceso
terapéutico, han tenido alguna experiencia cumbre que les ha confundido
creyendo que ya estaban preparados para la enseñanza, y realmente
ha sido como tú decías en la charla del otro día:
El ego ha cogido la gloria. CLAUDIO:
Eso es otro fenómeno. Están los que no se han metido, los
que han aprendido solamente de los libros, y están los que han
tenido una experiencia, pero actúan desde la grandiosidad o desde
el entusiasmo juvenil. Y eso ya es más. Aunque sea una situación
de aprendiz de brujo que se queda demasiado grande, no deja de hacer su
bien, porque a veces el entusiasmo egóico de un aprendiz se transmite
y sirve al otro. Seguramente esto ha contribuido un poco a la imagen discutible
de la psicología humanista hoy en día, en el entorno del
movimiento californiano. ¡Tantos que se las han dado de maestros
cuando estaban a medio cocer! Bueno, con este preludio
bien se puede decir del camino... yo siempre digo que para subir al cielo
se necesita una escalera larga y una cortita. Que la escalera larga es
arreglar las cosas de esta vida, que arreglar las cosas de esta vida es
vivir mejor, llegar a ser mejor persona. Lo que en las escuelas espirituales
antiguas se llamaba llegar a ser más virtuoso. Eso es lo que hace
la terapia. La terapia es como una forma alternativa de lo que antes era
la escuela de la virtud. El intento, no de ser una persona más
amorosa, porque no se puede amar a la fuerza, sino el intento de desinhibir
la conducta destructiva, la manipulación, la mentira... portarse
bien. Ese "portarse
bien" no es que sea un método muy poderoso, porque una cosa
es portarse bien y otra es ser mejor. El portarse bien es un camino muy
lento para llegar a ser mejor. Y toda la cultura cristiana ortodoxa, digamos
tradicional, es casi una demostración histórica de que eso
no basta, excepto si hay una vocación. Hay gente sincera, que de
tanto esfuerzo en portarse bien llega a ser santo. Pero hay otros que
se portan bien hipócritamente y no cosechan hacia dentro. El resultado
es que no llegan a una transformación a través de ese esfuerzo
externo. La terapia puede ser
entendida como una manera de ayudar a este proceso de arreglar las relaciones
humanas, yendo más allá de este simple intento de ser mejor
persona (que se plantea universalmente desde el yoga y el budismo, a la
tradición occidental). El conocimiento de uno mismo es una manera
de desenredar lo que hay que desenredar. Y yo creo que el propósito
de llegar a poner las cosas en su lugar y llegar a ser mejor persona es
una cosa magnífica si está en el contexto de una buena orientación.
Es una ayuda para el viaje, si hay un sentido de que hay un viaje, si
hay una vocación sentida, con o sin palabras, si la persona es
un buscador, lo exprese como lo exprese. Pero si la psicoterapia
es una cosa aislada, simplemente porque la persona viene con algo que
le duele, ya sea la cabeza o el alma, y el médico dice «para
eso tienes que conocerte», o «vamos, cuéntame qué
pasa aquí o allá», el gesto es muy diferente. Así
que es bueno que la psicoterapia exista en lo que se pudiera llamar un
contexto transpersonal, en un contexto de espiritualidad ilustrada, digamos. Para eso son buenas
cosas tales como los cuentos de sabiduría. Las grandes cosas que
no se pueden poner en forma de cuento es muy discutible que valga la pena
decirlas. Las grandes verdades se pueden expresar en forma muy modesta,
muy sencilla. Estos cuentos de hadas, como los cuentos de Grimm, se sabe
hoy, fueron un producto consciente y no un producto folclórico.
Sabemos ahora que hubo en Europa una cultura de brujas, que sabían
de plantas medicinales y de cuentos. Y que después de que la Inquisición
las liquidó, en sus hogueras desapareció esa sabiduría,
que era un factor equilibrante de la cultura ortodoxa de su tiempo. Los cuentos de verdadera
substancia se refieren al viaje interior. Los entiende una persona en
la medida en que ya está dentro del viaje. El otro día,
en la conferencia, hacía alusión al agua de la vida, por
ejemplo. Todos tenemos sed de un agua de la vida que va a sanar a alguien
que está enfermo dentro. Como ese viejo rey. No necesariamente
ha de ser agua de la vida, a veces lo que se va a buscar son los tres
pelos del diablo. Eso es lo que va a hacer la curación. Y da lo
mismo cómo se ponga el símbolo, todos son relativos a una
búsqueda que antes de finalizar va a llevar a una cierta aventura.
Y las etapas de esa aventura, si uno empieza a mirar, contienen generalmente
más sabiduría de la que posee normalmente un psicólogo. En vista que me piden
que hable del viaje interior podría hacerlo a través de
un cuento sufí, un cuento que se parece mucho al de hadas, pero
que existe como parte de una tradición viva. Y el cuento se usa
como un equivalente de lo que en el mundo occidental es la teoría.
Como una forma figurativa. Yo estoy convencido
de que los cuentos de hadas son cuentos sufís, que viajaron desde
Palestina y Asia Central a través del Mediterráneo al mundo
celta, bretón y a otros lugares en los primeros siglos del cristianismo.
Ya son pocos los que creen en la teoría de Jung, que decía
que son producto del inconsciente colectivo, él pensaba que eran
sabiduría popular. Hoy día los mitólogos han comprobado
cómo las imágenes se repiten, los motivos se repiten. Y
está a la vista que los cuentos del Cáucaso y los cuentos
bretones, o los cuentos que circulaban en Inglaterra, están hechos
de los mismos pedazos del mosaico y que puede tratarse de una transmisión
geográfica. Lo que, en algunas
tierras, se ha llamado mito, que es la base de una práctica religiosa,
como el mito de Osiris. Revestido en un principio de sacralidad, ha pasado
a la forma más modesta de cuento, menos ligada a un culto pero
ligada a una explicación. Y de ahí siguió la popularización,
para que algo de eso llegue a la cultura en general. Hay cuentos sufís
que se parecen mucho a los cuentos de hadas, o viceversa. A mí
me gusta mucho el cuento del caballo volador. Era un rey que tenía
dos hijos. Un hijo era ocioso, se llamaba Tambal, que significa algo así
como "soñador". Y el otro era un hijo práctico
y le gustaban las cosas útiles. Es un cuento que refleja
exactamente las etapas del viaje. Primero, una actitud de la mente disponible
como a soñar, como a preguntarse cuál es su verdadero deseo
en lugar de estar tan atrapada en lo mundano, en las cosas que sirven...
Luego es el caballo mágico, el encuentro con la princesa, el encuentro
con la esencia y el encuentro con el centro de sí mismo. El amor,
el conocer.... y luego la pérdida de eso. La tribulación,
que es la noche oscura, o como quiera que se la llame. Y luego un período
de, en el fondo, encontrarse con la sombra. Tras lo cual empiezan a cambiar
los roles, como si lo feo, lo malo, lo podrido que aún lleva uno
dentro empezara a supurar. Lo interno se empieza a hacer externo, se empieza
a hacer visible. Pero al mismo tiempo al hacerse visible se va haciendo
menos, se va produciendo la purificación. Luego todo acontece por
sí mismo, de ahí en adelante no hay trabajo. Hay que aguantar,
seguir el destino no más. Y al final el reencuentro con la princesa,
el reencuentro con el alma después de haberla perdido... la ascensión. ARJUNA:
Y en estas etapas, la gracia divina, algo que no depende de uno, ¿qué
lugar ocupa? ¿En qué momento se da? CLAUDIO:
La gracia divina y humana, la energía espiritual, está siempre
ahí. MON:
Lo nombraste ayer como el camino espiritual. Hay un camino espiritual
dentro del mundo terapéutico en el que nos movemos. Tropezamos
con el dolor, lo soltamos o no... pero en el caso de Schubert precisamente
hablaste de la vida como escuela, como que la esencia tiene una manera
de llamar. Tú lo llamabas el lenguaje del espíritu, como
que la vida misma tiene un llamado, o tiene varias llamadas. Continuamente
la esencia va llamando de distintas maneras y continuamente nos volvemos
a dormir. CLAUDIO:
Yo creo que cuanto más conscientes nos ponemos más despertamos
a sentir la vida como campo de trabajo y de pruebas. Como que llega un
momento en que uno ve que no hay nada por acaso. Y que a uno le llegan
exactamente las experiencias que necesita. A veces incluso las pruebas
que uno no pasa son pruebas que a uno lo transforman un poco y que lo
dejan por lo menos con más conciencia de lo que tiene que hacer
o de lo que le falta. Ni siquiera las pruebas en las que uno fracasa son
pérdidas completas. Como si la vida estuviera orquestada. Y a eso
tal vez llamémosle Providencia más que Gracia, pero es expresión
de una ayuda que está viniendo siempre, sólo que a veces
estamos muy ciegos o muy incapaces de recibirla. Otras veces sí
que ponemos más atención. MON:
Como si hubiese un proceso de sensibilización. CLAUDIO:
Hay mucha gente que se pone sabia tan sólo con el cumplir años.
Hay viejos para quienes la vejez misma es el equivalente de lo que sería
el caso del yogui que se retira al bosque en la India clásica,
después de cumplir con su familia... A veces en la vejez la gente
pierde una parte del cerebro que tiene que ver con el mundo y ya no funciona
tan bien, ya no están los mismos intereses. Pero entonces la vida
se hace como un Sabat en el sentido original del día de Dios, no
el día del mundo. El día que no es para hacer cosas, no
es para engrandecerse, no es para competir, sino para estar con lo más
profundo. Hay viejos que cuando les toca la crisis de la vejez, tal vez
porque han hecho una vida suficientemente buena, es como un yoga intensivo
en que aparece el desapego sin que se hubieran propuesto desapegarse antes.
Y al que le llega la crisis y no la pasa es como un viejo loco que da
mucho malestar a los que le rodean, se exalta el ego. No es raro que la
vejez ponga claramente a la gente más sabia. ARJUNA:
Sí, yo iba a comentar algo acerca de la muerte. Que el hecho de
tenerla más cerca te desidentifica de este apego o esta ilusión,
o este deseo que a veces tenemos con la vida. CLAUDIO:
La certeza de la muerte física promueve la muerte del ego. No es
que se pueda morir tan fácil el ego. Es el ejemplo de una persona
que ya no se enoja, o que no se pone pretenciosa porque, ahora que se
va a morir, siente vivamente que ello es efímero. En algunas personas el estar al borde mismo de la muerte produce un grado de separación del ego. Hay muchas de estas experiencias que llaman los americanos Near Death Experiences. Experiencias de muerte inminente, muerte próxima. Es gente que sale del quirófano, o sale de debajo de un auto, en alguna situación de inminencia de la muerte y tocado por un... es como el encuentro con la princesa: haberse encontrado con una luz al otro lado de un túnel, haberse encontrado con un guía espiritual, haberse encontrado con un estado de ser diferente. Y la vida es diferente después de eso. No es que no haya ego, es como el viaje al castillo flotante. Ese castillo no está en este mundo, sino en otro, no está conectado. Debe hacerse una integración después. Tiene que hacerse un trabajo para que la vida se haga compatible con eso. Aunque está la semilla de la destrucción del ego que viene de la muerte, esa semilla tiene que hacerse una muerte efectiva. Y eso es un camino largo, muchos años de desierto. Un ir limándose poco a poco.
Ir a la 2ª parte de la entrevista
|
Julián Peragón |
Entrevista realizada por Laura Martínez. Ramón Ballester y Julián Peragón (Arjuna). |
|